martes, 7 de julio de 2015

UPATA: REALIDAD POSIBILIDAD DE UN PUEBLO QUE SE TRANSMUTA EN CIUDAD


Upata desde la cima del cerro El Toro a finales de junio del 2015
Aeropuerto y autopista a Guasipati, al fondo cerro Santa María, llanuras del Carichapo Guanaraparo El Cume y cordillera de Tomasote al fondo, en la frontera de Padre Chien con el municipio Roscio.
Avenida Valmore Rodríguez
Casa de los Niños Libertador, Centro de Misiones y bloques de la urbanización Cacique Yocoima
Un 7 de julio de 1762 los padres capuchinos catalanes, por mandato de su orden religiosa y con el permiso del Rey de España, fundaron la Villa de Españoles de San Antonio de Upata, asentada sobre un hermoso valle que ha sufrido significativos cambios en el uso de la tierra, donde hoy conviven por lo menos 120 mil habitantes.
La fecha es motivo de júbilo popular e institucional, pero más allá de actos oficiales y efemérides burocráticas tenemos una larga lista de necesidades y retos que enfrentar para que la ciudad en expansión tenga mayor calidad en sus servicios, mejores oportunidades de progreso, sitios para la sana recreación y una infraestructura urbana más moderna y funcional.
Geología precámbrica clima suave verde valle
Upata tierra de verdes y variedades de plantas, ornamentos, frutales y montes para todos los gustos, colinosa, intrincada, sabanera, de selvas y peñascos en exhibición, de piedras enormes ancladas a la tierra por no menos de 2 mil millones de años.
Se dice rápido, pero lo cierto es que este valle, o mejor su basamento cristalino, y sus incontables guijarros, guarataras, regados por sus patios y callejuelas, por sus campos y solares, tiene más edad que cualquier forma de vida primitiva y una riqueza mineral de hierro, manganeso, arcillas caoliníticas, granitos y dolomitas, aún inexplotada.
Con sus 25 grados a la sombra de temperatura promedio, sus 1100 mm de lluvia, a su altura de 360 metros sobre el nivel del mar, con su aire cristalino, golpeado por humos de aserraderos infames que desprecian al medio ambiente, Upata sigue siendo referencia para todo aquel que aspira conocer sus tradiciones, su historia, sus edificios patrimoniales, su gente sencilla, amable, de hablar rápido y fiestera como pocas.
El simbolismo de la Tierra
Upata es nombre indígena que nos remite al homenaje que nuestros guayanos le rendían a la madre tierra. Mi Suelo, Rosa del Bosque, India Enamorada. Todos esos significados, poéticos, símbólicos, reales, nos remiten con la sonoridad de su sencillez Up Ata a tiempos pretéritos de armoniosa relación de los que vivían en el Valle, disfrutando su bondadoso clima, su entonces hermoso río Yocoima y sus verdes colinas, selvas y sabanas. Donde se esparcen no 9 sino decenas de cerros y lomas, Toro, Corozo, Guacarapo, Los Chorros, Carata, Copeyal, Algarrobo, California, Cacahual, Chapire, Madama, La Cruz, San Germán, San Lorenzo, Cupapuí, El Aguador, Santa María, Curagual, Orégano, Las Lomas, El Buey, entre otras.
Sus aves miles, sus historias de aparecidos, sus atardeceres de crepúsculos maravillosos, sus mañanas neblinosas, evocaban un estado ideal de felicidad, que de repente se vio interrumpido por la presencia abrupta de colonizadores y conquistadores de aspecto extraño, que por la fuerza y por la vía del discurso religioso cristiano se convirtieron en los nuevos amos del valle.
Patrimonios naturales hay muchos en esta Tierra Mi Tierra. Aves al vuelo incansables, paraulatas, cristofués, azulejos, los negros garrapateros, los alcaravanes o teu teu, sus cari cari, sus pájaros tijeretas o milanos, chonchines o cucaracheros, potocas, pericos cara sucia, loros, golondrinas, guacharacas, con los gritos tronadores de los aulladores araguatos y con las sombras enormes de samanes sembrados en cada rincón famoso de su viejo damero, ceibas en descenso, caros caros, algarrobos, jobos, mangales por centena, apamates, chaguaramos, robles, cedros, con sus flores miles, con sus araceas, con sus indios desnudos, chaparros, mantecos, guayabitas, carrizos y piñones.
Humanizar la ciudad Entenderla Ecológica
Al cabo de 253 años de historia largas han sido las decepciones y las ofertas incumplidas de gobernantes que no han podido convertir a esta tierra en un modelo de convivencia, desarrollo, organización y bienestar. Retos enormes nos esperan en esta primera década del tercer milenio, para que Upata por fin vea esplendorosa la irrupción de un tiempo distinto, más grato, con la posibilidad de que la ciudad sea más habitable, con espacios para el encuentro, museos, teatros, paseos, parques, centros deportivos, empleo, casas históricas y auténticos líderes luchando por transformarla en la auténtica Casa de Todos.
Con su base agrícola, pecuaria, de ganadería vacuna, aserrío y carpinterías, comercial, de servicios, hoteles, Upata no obstante sigue en franca expansión o permanece en pie, orgullosa, altiva, defensora de sus tradiciones, a pesar de fisuras, desencuentros y letargos.
Upata, la del Yocoima, la Rosa del Bosque Mi Tierra, la de reminiscencia indígena sigue ansiando que sus servicios sean mejores, que sus calles continuen recibiendo la inversión requerida, que su electricidad por fin sea estable, que la inseguridad y la muerte súbita en rencillas de odio, dé paso a un tiempo de convivencia y hermandad.
Acá hace falta y mucho el trabajo estable de industrias, comercios, servicios, agricultura intensiva, minería y otras faenas humanas. Y sobre todo se tiene una enorme deuda con esta naturaleza prodigiosa, con nuestro contaminado río Yocoima, con sus colinas arrasadas por conuqueros y terrófagos.
Casco Viejo torbellino de carros y desorden urbano
Torbellino de gentes, carros en demasía, caos urbano, edificios sin la armonía de tiempos pretéritos, un casco central desordenado, anárquico, que rinde poco tributo a la memoría arquitectónica frágil de los abuelos que ya se fueron.
Así es Upata, la de este convulso 2015, una ciudad que crece hacia dentro y despedaza su ombligo, tomando rumbo en formas cúbicas que se erigen como depósitos de mercancias, en un religioso culto al comercio en todas sus formas. Pero que también se engulle sus lejanas sabanas para trasmutarlas en espesas zonas residenciales.
Upata es pueblo histórico y de abolengo cultural que pretende erigirse en ciudad, que no obstante no encuentra su identidad como realidad urbana estéticamente agradable. Pero es Upata. No hay otra. Es un destino trazado desde la óptica del capital que se reproduce en comercios y automóviles, que no dejan espacio al caminante.
Los peatones acá no tienen aceras para su movilidad deben hacerse su camino al andar, serpenteando entre los recodos de tarantines, aceras escarpadas, y trampas urbanas, para no fallecer en este bosque de obstáculos.
A pesar de todo Upata sigue vital y hermosa. De su pasado indígena poco o nada queda salvo su sonoro hombre de tierra amada. De esa huella étnica originaria apenas sobreviven palabras o pequeñas costumbres alimentarias. Aquellos hermanos pariagotos, guayanos o arinagotos sin dolientes, que habitaban el valle y sus cercanías fueron enmudecidos, aplastados y exterminados por conquistadores y colonos. quienes enceguecidos por su supuesta superioridad como seres civilizados terminaron por erradicarlos de este valle, junto a sus cultos por la Tierra y sus dioses, sus mitos y leyendas, su cultura de yerbas medicinales y herramientas sencillas.
El turismo opción de progreso y encuentro
La combinación de sabanas, montañas, colinas, cursos fluviales, lagunas, embalses, rocas milenarías, pueblos agrícolas y pecuarios, zonas de cultivo, campos ganaderos, selvas tupidas, huellas ancestrales de grupos humanos, áreas urbanas, relieve, planicies elevadas, saltos de agua, raudales, aves tropicales, flora lujuriante, en esta zona del estado Bolívar, es prodigiosa y atractiva. Por eso Upata puede y debe ser una ciudad abierta al turismo, preámbulo ideal antes del contacto directo con la maravilla ecológica de la Gran Sabana.
Hace falta promoción, sentido de pertenencia con nuestros escenarios naturales y humanos, hace falta que quienes nos gobiernan entiendan que Upata y su extensa zona de influencia puede ser un destino para el turismo masivo agroecológico y de aventura, como antesala de las tierras altas, tepuyes, cataratas y climas primaverales de la Gran Sabana.
La ciudad del siglo XXI
Avenida Raúl Leoni frente al Parque Bicentenario
Han pasado más de 10 años desde que la tribuna del periodismo militante soñamos con una Upata consolidada vital organizada y plena. Ese afán sigue en pie. La ciudad sigue esperando.
Espera su Polideportivo, que no lo tiene.
Espera por su parque metropolitano, que está ausente.
Espera por alternativas viales para su congestionado casco central, que no surge de la mente cortoplacista de quienes son inquilinos del poder local.
Espera por un nuevo acueducto que complemente a los ya colapsados de Guri y Cupapuicito.
Espera su teatro, su concha acústica, su sala de concierto, su museo, su cine, en fin espera por espacios para la proyección recreación cultural.
Espera por su estadio de fútbol, que supere el raquitismo de sus canchas.
Espera por un gimnasio con tabloncillo, como si lo tiene Guasipati, cinco veces más pequeña.
Espera por un auténtico sistema de transporte público, que garantice la movilidad y el confort que hoy no tienen sus estudiantes y trabajadores.
Espera que esa enorme pared frontal despreciada y sin vida de su Edificio Municipal se convierta por obra y gracia de sus artistas plásticos en el gran mural de la ciudad.
Espera el rescate de sus abandonadas plazas.
Espera que su zona protectora verde sea rescatada como patrimonio natural.
Espera que su Toro mítico además de refugio de antenas y conucos, sea nuestro gran parque natural, al igual que El Corozo, La Carata y otras tantas de sus incontables colinas..
Río Yocoima en creciente entre calles Piar y el Puente de la Bolívar
Espera que el Yocoima vuelva a la vida y que las aguas contaminadas no sigan mutilando sus ecosistemas. Urge que la ciuda tenga su planta de tratamiento de aguas servidas.
Espera que sus quebradas hoy convertidas en depósito de escombros, malezas y putrefacción sea debidamente canalizadas.
Espera que su aeropuerto sea realmente aeropuerto.
Espera que se instaure el respeto por los espacios públicos, que los boulevares proyectados o anunciados se hagan realidad.
Espero que sus instalaciones públicas, deportivas, escolares, casas patrimoniales, árboles patrimoniales o emblemáticos, sean conservadas o rescatadas del abandono.
Espera que se restituya el respeto al derecho de todos a vivir en armonía con el ambiente, sin la opresión del bullicio y el temor a la delincuencia desatada y asesina.
Espera que sus centros universitarios tengan una infraestructura más adecuada.
Espera que ese enano obelisco conmemorativo de su Bicentenario sea de verdad un obelisco y no ese raquítica imitación.
Espera que sus Alcaldes la quieran de verdad y dejen de rendir culto al micrófono y la improvisación. Estamos esperando. Son tantas ausencias. Hay que empezar ya. 253 años es como mucho tiempo…
Zona de expansión urbana,comercial e industrial al Este de Upata,en primer plano San José La Romana.

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